Borges continuamente nos lleva a otras páginas. Construir un sentido al leerlo es necesariamente recorrer intertextualidades varias. Es ir del texto a otro y nuevamente al texto base. Es un camino circular, asociativo, hipertextual.
Generalmente sus cuentos son como una muñeca rusa. No solo por los relatos enmarcados, sino por como se puede desglosar cada frase, cada tema. Por como pueden configurarse interpretaciones tan disímiles.
Leer a Borges en la mitad del siglo XX requería casi las mismas acciones que hoy implica obtener información en la red o participar en lo que se conoce como Web 3.0
Borges parece establecer un juego continúo con el lector. Parece anticiparse a las posibles lecturas. Mina el texto entonces de pequeños desvíos y disparadores de errores. Obliga a releer atentamente, a contemplar ese conglomerado de letras como lo que realmente son: una obra de arte.
Las temáticas abordadas por Borges son imposibles de enumerar. Numerosos autores encuentran en sus escritos indicios de lo que después sería Internet. Por ejemplo, la ensayista Perla Sasson-Henry en su libro Borges 2.0: From Text to Virtual Worlds- el diario New York Times publicó una crítica sobre el libro que sintetiza sus ideas principales-.
Los autores que desarrollan esta línea de análisis suelen citar obras suyas como Funes, el memorioso, La biblioteca de Babel, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, El libro de arena, o El Aleph.
En su cuento El Aleph, publicado por primera vez en la revista Sur en 1945, Borges personaje se encuentra con un fenómeno peculiar. Interpretes conocidos y anónimos ven en El Aleph una metáfora que anticipa lo que luego sería Internet.
Afirmar tal cosa o la contraría no parece ser posible. Tampoco hace falta. Basta con atenernos a lo que Borges mismo nos dice a través del Borges personaje. Este nos cuenta sobre la dificultad para materializar en palabras El Aleph:

Para que saquen sus propias conclusiones he aquí el texto:
Borges, Jorge Luis - El Aleph
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