14 dic 2010

Profecías: segunda parte

¿Hace falta explicar quien es Jorge Luis Borges? Él solía decir que más que un escritor, era un lector. Y eso lo podemos ver en la pluralidad de referencias, reales y ficticias, de cada uno de sus escritos.
Borges continuamente nos lleva a otras páginas. Construir un sentido al leerlo es necesariamente recorrer intertextualidades varias. Es ir del texto a otro y nuevamente al texto base. Es un camino circular, asociativo, hipertextual.
Generalmente sus cuentos son como una muñeca rusa. No solo por los relatos enmarcados, sino por como se puede desglosar cada frase, cada tema. Por como pueden configurarse interpretaciones tan disímiles.
Leer a Borges en la mitad del siglo XX requería casi las mismas acciones que hoy implica obtener información en la red o participar en lo que se conoce como Web 3.0
Borges parece establecer un juego continúo con el lector. Parece anticiparse a las posibles lecturas. Mina el texto entonces de pequeños desvíos y disparadores de errores. Obliga a releer atentamente, a contemplar ese conglomerado de letras como lo que realmente son: una obra de arte.
Las temáticas abordadas por Borges son imposibles de enumerar. Numerosos autores encuentran en sus escritos indicios de lo que después sería Internet. Por ejemplo, la ensayista Perla Sasson-Henry en su libro Borges 2.0: From Text to Virtual Worlds- el diario New York Times publicó una crítica sobre el libro que sintetiza sus ideas principales-.
Los autores que desarrollan esta línea de análisis suelen citar obras suyas como Funes, el memorioso, La biblioteca de Babel, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, El libro de arena, o El Aleph.
En su cuento El Aleph, publicado por primera vez en la revista Sur en 1945, Borges personaje se encuentra con un fenómeno peculiar. Interpretes conocidos y anónimos ven en El Aleph una metáfora que anticipa lo que luego sería Internet.
Afirmar tal cosa o la contraría no parece ser posible. Tampoco hace falta. Basta con atenernos a lo que Borges mismo nos dice a través del Borges personaje. Este nos cuenta sobre la dificultad para materializar en palabras El Aleph:

"Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano rememoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.) Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Por lo demás, el problema central es irresoluble: La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es".

Para que saquen sus propias conclusiones he aquí el texto:




Borges, Jorge Luis - El Aleph

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